No se olviden de Plutón

Esta noche, cuando mire hacia el cielo, deberá Ud. olvidar todo lo que aprendió en la escuela sobre el sistema solar que integramos. Aquellos nueve planetas que tan trabajosamente dibujaba en sus cuadernos escolares, fueron drástica y brutalmente reducidos a ocho. Así lo dispusieron unos cuantos cientos de astrónomos reunidos en el amable y turístico verano de Praga. La víctima, por supuesto, fue el planeta más pequeño y lejano, y por ende, el que menos podía defenderse: nuestro querido Plutón.
Tal parece que Plutón, despojado ya de su planetidad, es ahora un "planeta enano", definición nada halagüeña que se eligió por encima de la más simpática "planetino". Alguien había propuesto también designar genéricamente como "plutones" a nuestro tradicional amigo y a varios otros cuerpos parecidos que orbitan en su vecindad. Los insultos no han parado ahí: se lo acusa de tener una órbita errática, de no ser suficientemente esférico y de no haber barrido de competidores su órbita, como si ser planeta fuera sinónimo de ser patán. Hay quien incluso lo ha llamado "bola de hielo". No es extraño que Plutón se mantenga tan lejos de nosotros, y aparezca tan malhumorado cuando el Hubble lo apunta.
En nada lo ayudó en su performance la presencia de su luna, Caronte, de tamaño desproporcionadamente grande, que distrae permanentemente a Plutón de su órbita, lo obliga a invadir el territorio de Urano y por momentos no se sabe quién es el satélite de quién. Eso no es una luna: es una esposa. Razón de más para motivar nuestra solidaridad.
Es cierto que la ciencia astronómica ha avanzado desde que, hace 75 años, se incorporara a Plutón como el noveno planeta -y éste a su vez prestara generosamente su nombre al perro más famoso de los dibujos animados. Esos mismos avances nos hacen saber que algunos planetas "oficiales" del sistema solar, son mucho menos sólidos que Plutón, de hecho son poco más que una bola de gas. Pero claro, una cosa es patotear a un cuerpo lejano, más pequeño que nuestra Luna, y otra muy distinta es meterse con las ventosidades de grandulones como Júpiter o Saturno.
Es cierto también que no es la primera vez que los humanos decidimos sobre la expulsión de algún miembro del club planetario. Pero eso no es pretexto para un comportamiento tan poco cortés para con quien habíamos invitado como miembro hace apenas tres cuartos de siglo. Ya conocemos esa lógica: primero se llevaron a los asteróides, pero no nos importó, porque eran chiquitos; después se llevaron a Plutón, pero no nos importó, porque era lejano y helado; ahora nos llevan a nosotros, pero ya es demasiado tarde.
Uno no creía que viviría para ver transformada en realidad la extraña profecía de Joaquín Sabina, quien afirmaba haber leído en el diario que "un golpe de estado ha triunfado en la luna".
Peor la tienen los astrólogos, que ya han publicado sus predicciones, y que ahora se las verán negras para convencer a los ya difíciles geminianos de que su signo zodiacal haya sido influenciado por un "planeta enano".
Así que esta noche, bajo la hostil luz de las estrellas, deberemos quemar nuestros viejos cuadernos escolares. Lo único que falta es que nos digan que, en realidad, las Malvinas no son argentinas...