petronio63

My Photo
Name:
Location: Santa Rosa, La Pampa, Argentina

Wednesday, September 22, 2010

50 años


La tarde del 5 de mayo de 1960, en la redacción del diario "Granma" de Cuba, se preparaba la edición del día siguiente, que estaría monopolizada por los importantes actos llevados a cabo ese día, en repudio al atentado explosivo que destruyera la corbeta francesa Le Coubre. El barco, cargado de armamento belga, estaba atracado en el puerto de La Habana, y su destrucción produjo la muerte de al menos setenta y seis personas. En el acto, y ante una verdadera multitud, el líder cubano Fidel Castro atribuyó el suceso a un acto terrorista perpetrado por la CIA.
La crónica periodística del día siguiente estaría ilustrada con dos fotos: una de Castro en el momento del discurso, y otra de los visitantes ilustres Jean-Paul Sartre y Simone de Beaouvoir, presentes en el acto.
Entre las fotografías que quedaron afuera de esa publicación, se contaba un impactante retrato del entonces presidente del banco central cubano, un médico argentino llamado Ernesto Guevara de la Serna. La foto había sido tomada por Alberto Díaz Gutiérrez, más conocido como "Korda", un bohemio habanero que manejaba un Porsche, y que no obstante profesaba una fuerte adhesión a la Revolución.
La fotografía en cuestión, omitida en las noticias del día, pasaría con los años a convertirse en la imagen más reproducida de la historia (según un consenso bastante extendido) y el editor de Granma que la ignoró, pasaría a integrar un selecto grupo de grandes miopes de la cultura de masas, acaso sólo a la par del productor de Decca Records que apenas un año después tomaría una audición a Los Beatles y rechazaría contratarlos.
HISTORIA
Hay que decir en su defensa, de todos modos, que en mayo de 1960 el "Che" Guevara no tenía, ni siquiera en Cuba, la estatura que adquiriría luego como personaje histórico y como ícono del siglo XX.
Investigaciones recientes revelan, no obstante, que no es cierto que la foto en cuestión no fuera publicada sino hasta después de la muerte del retratado, ocurrida en Bolivia en octubre de 1967. En su reciente libro "Che's afterlife" el periodista australiano Michael Casey detectó al menos dos ocasiones en que la foto fue utilizada en la prensa cubana antes de esa fecha -en una oportunidad, en 1961, anunciando una conferencia del propio Guevara sobre la industrialización en Cuba.
Tampoco es cierto el mito según el cual la comercialización de su imagen tras su muerte fue obra de un "inescrupuloso empresario italiano" que supuestamente se habría hecho rico con la empresa. El italiano en cuestión, Giangiacomo Feltrinelli, era un editor de libros fervientemente partidario de la Revolución cubana, y un militante de nota, cuya vida se cegó prematuramente en marzo de 1972, en las afueras de Milán, víctima del estallido de una carga de dinamita que había sido colocada para sabotear una torre de energía eléctrica.
Lo que sí es cierto es que la fotografía de Korda fue elegida como ícono por el propio gobierno cubano, tras la muerte del "Che", en lo que fue una masiva tarea de curaduría artística a la que fueron convocados todos los fotógrafos de la isla. Fue el propio gobierno el que la tituló "El guerrillero heróico", y el que la emplazó en la Plaza de la Revolución y en un billete de circulación nacional.
Luego, con su publicación en la revista francesa "Paris Match" a fines de 1967, y su masiva utilización por los manifestantes del Mayo francés el año siguiente, la imagen comenzó su propio recorrido por todo el mundo, hasta alcanzar su actual estatus de ícono universal.
ICONO
Es indudable que la imagen en sí misma tiene un peso específico evidente. Revela un rostro bello, viril y potente, que a la vez aparece teñido por una dulzura casi crística. La mirada fija en el horizonte, a su vez, parece revelar que el sujeto retratado está en posesión de alguna verdad que nos es elusiva. Sobre el verdadero alcance de este gesto se han escrito comentarios que acaso igualen en volumen y complejidad a los que se han vertido sobre la Gioconda de Leonardo Da Vinci.
Sin embargo el contexto histórico no puede ser dejado de lado: la muerte prematura de Guevara, su romántica figura de luchador contra el sistema, y su clara identificación con los tiempos agitados en los que le tocó actuar, impregnaron esta imagen de un fuerte contenido simbólico.
Durante la década del 70, la foto (transformada en póster por la seriegrafía del irlandés Jim Fitzpatrick) fue el ícono de los jóvenes rebeldes y politizados, y un llamador para las fuerzas represivas que se dieron a la tarea de reprimirlos o desaparecerlos.
Pero con el paso del tiempo, la imagen comienza a recorrer otros derroteros y otros sentidos. Empieza a ser empleada en sus discos por bandas de rock, como "Rage against the machine" y "Mano Negra". Comienza a aparecer en las pancartas de las hinchadas de fútbol, que la emplean para provocar a la policía. La enseñan, como código de rebeldía en actos de gran difusión, actores como Johnny Depp, o músicos como Carlos Santana.
Hoy por hoy esta imagen está tatuada en el cuerpo de dos "chicos malos" del deporte mundial, como nuestro Diego Maradona, y el ex campeón de boxeo Mike Tyson.
COMERCIO
Pero también la imagen ha sido empleada para el márketing y venta de una infinidad de productos comerciales, incluyendo bebidas, ropa interior, artículos deportivos, encendedores, tazas de café y hasta profilácticos. Incluso existe un sitio de internet dedicado exclusivamente a la venta de productos relacionados con el Che y su retrato (thechestore.com).
Antes de fallecer en 2001, el fotógrafo Korda había entablado una lucha legal contra la utilización de esta foto en una propaganda de vodka, arguyendo, entre otros motivos, que el propio retratado era un notorio abstemio (la compensación que obtuvo en ese juicio la donó a una causa altruista).
Hasta fines de los '90, el fotógrafo se había abstenido de obtener cualquier beneficio de su obra, en respeto a la política cubana de repudio al principio de la propiedad intelectual. Hoy sus herederos han contratado un equipo de abogados para ejercer esos derechos, pero no para lucrar, sino para impedir el uso indebido y banal de la foto.
PRESENTE
A cincuenta años de su obtención, la famosa fotografía de Guevara continúa su derrotero histórico, y su potencia simbólica no aparece en nada mellada por su convivencia con el mercado que la emplea y la difunde.
Toda esta multiplicación de sentidos podrá parecer fruto de la banalización, pero indudablemente hay un hilo conductor entre todos estos fenómenos culturales de masas. Y está claro que todo ese proceso cultural ha excedido largamente la circunstancia de la foto, al retratado y al fotógrafo, para adquirir una categoría universal.
La mercantilización de la imagen del Che es interpretada por algunos -entre ellos, el infalible Mario Vargas Llosa- como un triunfo del capitalismo, que transformó un ícono revolucionario en una "marca" comercial. Sin embargo, no es menos cierto que el mismo proceso que parece opacar el mensaje, en su ambigüedad, es el que ha permitido una universalización y una eternización de la figura de Guevara como la que muy pocos hombres públicos han gozado.
Se dice que una imagen vale más que mil palabras, y en este caso, más que mil idiomas. A fin de cuentas, y como toda obra clásica, la imagen del Che termina funcionando como un espejo: habla también de quien la mira. Algunas personas verán en ella solamente un producto comercial, un logotipo como el de McDonald's o Coca-Cola. Otros, los oprimidos del mundo, desde Palestina hasta Ruanda, desde Filipinas hasta Bolivia, abrazan este símbolo como un mensaje de lucha y rebeldía.

Tuesday, September 21, 2010

¿Crucifijo? No, gracias.


Los símbolos religiosos no tienen nada que hacer en las oficinas públicas, y mucho menos en las salas de audiencias judiciales, donde se supone que se aplican las leyes democráticas de un estado laico, en el que rige la libertad de culto. Las declaraciones en tal sentido de una ministra de la Corte Suprema, deberían servir para que recapaciten los jueces que aún no han reflexionado sobre las implicancias de imponer sus símbolos religiosos a los ciudadanos que acuden a sus despachos.
La cuestión tiene una larga historia, con varios episodios. No hace mucho tiempo atrás, la propia Corte Suprema ordenó el retiro de una imagen de la Virgen María que se encontraba en el edificio donde funciona ese tribunal, pero en lugar de aprovechar ese fallo para enfatizar la libertad de cultos, empleó el argumento formal de que el emplazamiento de la imagen en cuestión no estaba respaldado por una resolución vigente. Un argumento similar fue el que utilizó, más cerca en el tiempo, la presidencia del Concejo Deliberante de Santa Rosa, respecto de otra imagen de la Virgen exhibida en ese cuerpo deliberativo. En la flamante ciudad judicial de Santa Rosa, en tanto, mucho antes de que el complejo comenzara a funcionar, ya estaba allí una Virgen emplazada en lugar prominente, sin que la cuestión mereciera el más mínimo tratamiento.
En Estados Unidos, en cambio, la Corte Suprema fue terminante en considerar que un "monumento a los diez mandamientos" emplazado en una corte de Alabama, violaba la primera enmienda de la constitución, e implicaba un inaceptable acto de apoyo estatal a un sistema de creencias religiosas. Podría argüirse además que un tosco y brevísimo sistema de valores creado por una sociedad tribal, que no incluye el concepto de la tolerancia, o que trata a la mujer como una posesión del hombre, mal puede servir de guía para resolver los complejos problemas que afronta un juez en nuestros días.
El peso cultural de la religión católica en nuestra sociedad ha logrado imponer y naturalizar esas imágenes religiosas como parte del paisaje. La subsistencia de este estado de cosas no puede continuar sin una mínima reflexión.
Cualquier persona ajena a la religión católica tiene todo el derecho a sentirse discriminado y amenazado si el juez que el Estado ha designado para resolver su caso le impone un símbolo religioso como posible fuente o inspiración de sus decisiones. El estado debe funcionar como morigerador de las tendencias fundamentalistas de todas las religiones, especialmente las monoteistas, que se proponen como "la única verdadera" y por ende llevan necesariamente a la discriminación de los "infieles".
Los símbolos cristianos, por otra parte, son susceptibles de ofender la sensibilidad contemporánea. Un crucifijo no es otra cosa que la representación de un cuerpo torturado y asesinado atroz e injustamente, y como tal, no parece un símbolo adecuado para la administración de justicia. Para el caso también podría colgarse un retrato explícito del descuartizamiento de Tupac Amaru, o del suplicio de Giordano Bruno, y el resultado sería el mismo.
No se trata aquí de coartar la libertad de cada persona para abrazar el culto que mejor satisfaga sus necesidades espirituales. Se trata de que quien detenta una porción del poder del estado, está obligado por ley a abrazar un sistema jurídico básicamente laico, y no puede usar ese poder para imponer, ni siquiera en el terreno simbólico, sus propias creencias a los demás.

Labels: ,