petronio63

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Thursday, June 17, 2010

Yo quiero a mi bandera (planchadita)


En vísperas de celebrarse el día de la bandera argentina, y observando todo el tiempo por TV la simpática bandera de Sudáfrica, se me produjeron reminiscencias y reflexiones que no pude evitar compartir.
Extraña criatura, la bandera sudafricana. Vigente por el voto popular verificado en 1994, con la refundación democrática del país, su diseño estuvo precedido de un amplio concurso nacional, que produjo más de 7.000 modelos posibles. La enseña escogida no tiene dos, ni tres, sino seis colores: negro, verde, amarillo, rojo, azul y blanco. Los tres primeros corresponden a la bandera del Congreso Nacional Africano; los tres últimos, a la bandera de Holanda, ex colonizador del país. El símbolo de unidad es evidente.
El moderno diseño y colorido de esta bandera me hicieron recordar una perdida anécdota de mi primer año en la escuela primaria, hace algo más de cuarenta años. La maestra -de la cual, aclaro, no estaba enamorado- nos había impartido la tarea de dibujar la bandera argentina, cuyo día estaba próximo a celebrarse. Uno de mis compañeros, acaso presa de un frenesí creativo, procedió a elaborar un modelo personal, para lo cual empleó los seis colores disponibles en su caja de lápices.
Siguiendo, a no dudarlo, las modernas tendencias pedagógicas de la época, la docente procedió a gestionar el incidente con energía. Mi pobre compañero fue llevado al patio de la escuela, donde fue dejado durante toda la hora de clase con la tarea de contemplar la bandera celeste y blanca que flameaba en el mástil aquella mañana soleada. Al regresar al aula, y ante las risas de sus compañeros, se le ordenó que volviera a dibujar la bandera argentina "como corresponde".
Ya no recuerdo el nombre de aquel precoz artista, ni sé qué habrá sido de su destino. Quisiera creer que el incidente no le impidió seguir desarrollando su espíritu independiente.
Siempre me he preguntado qué lo llevó a exponer su creatividad con tan poco tino. Es imposible que ignorara el aspecto de la bandera argentina, omnipresente en todos los rincones de la escuela. No creo que haya sido una actitud de economía, de aprovechamiento racional de los lápices a su disposición.
Hoy por hoy, la explicación que encuentro más plausible es la siguiente: mi compañero era, en realidad, un sudafricano del futuro, que viajó en la máquina del tiempo para hacernos saber a todos que la realidad era, en realidad, mucho más colorida y compleja que la que nos pintaba la maestra. Vaya privilegio que tuvimos.

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