El verdadero significado de los topónimos pampeanos
Como todo el mundo sabe, los topónimos pampeanos (o sea, nombres asociados a lugares) provienen en su mayoría de la lengua de los indios que poblaban estas tierras antes de la llamada "conquista del desierto". Como se sabe, también, esta operación militar tuvo como resultado la virtual aniquilación de los indios, ya que su presencia en el lugar contradecía el concepto de "desierto", y de no haber "desierto", no había entonces objeto a conquistar. Y es que el General Roca y sus muchachos eran representantes de la lógica aristotélica occidental, que los indios con su mera existencia parecían refutar.
Pero ahí están los nombres que los indios dejaron, como mudo testigo de su paso por estas tierras. Como tótems inescrutables, desafían nuestra comprensión y traban nuestras lenguas.
La lingüística oficial se ha encargado de proveer una serie de significados a estas contundentes palabras, a través de la obra de algunos investigadores sin formación específica en estas lides, cuyos nombres no vamos a citar aquí, por la sencilla razón de que no los recordamos.
Por nuestra parte, intentamos aquí refutar tanto mito y revelar el verdadero sentido de estos topónimos, tal como nos fuera revelado por el único método científicamente aceptado por la antropología para acometer tal tarea, a saber: a) Convivencia prolongada con la comunidad india remanente, hasta llegar a asimilarse a ella tanto en la moda como en la higiene; b) Participación de rituales ancestrales, incluyendo loncomeo (previa ingestión de antihistamínicos por el polvo), convocatoria a las ánimas, y provocación de visiones mediante floripondio (nombre científico: "metil-metileo"); y c) huida precipitada para evitar las caricias lóbregas de los indios más confianzudos.
De estas traumáticas experiencias, que pueden cambiarle el coco a cualquiera, emergimos con un nuevo canon, que no se propone como definitivo, pero que por lo menos apunta en la dirección correcta.
Incluimos aquí una docena de ejemplos -todos ellos, nombres de departamentos pampeanos- que demuestran sin duda lo equivocados que estaban nuestros predecesores:
Chapaleufú: Designa cualquier acción desarrollada sobre el barro chirle, y/o cualquier acción ejecutada despreocupada, negligentemente (a lo indio, bah).
Realicó: Designa el nombre de una productora de espectáculos indígena, dedicada a los llamados "reality show". Por un tiempo se supuso que lo de "real" aludía a la monarquía, pero esas especulaciones eran una real pavada. La verdadera ortografía de esta palabra es "Real&Co."
Rancul: Designa cualquier tipo de comida o cocido mal ejecutada, con presencia de elementos negros y amargos. En general, las palabras terminadas en "cul" o "paralcul" designan cosas mal hechas.
Caleufú: Extraña, o proféticamente, este es el nombre previsto en lengua mapuche para las locomotoras. Especialmente las que aparecen en la serie "Aventuras de Super Hijitus".
Trenel: Idem anterior, sólo que designa la parte que viene atrás de la locomotora, dicha al vesre.
Maracó: Caracú extraído de los mariscos y productos de mar en general. Nos dirán que los indios no eran muy playeros que digamos, pero no olvidéis que "la pampa es un viejo mar".
Metileo: Designa, obviamente, a una sustancia química. Pero puede estar mal escrito. El topónimo "Mentileo" designa al vocero (rudimentario periodista pampa) que en sus reportes no respeta puntillosamente la verdad de los hechos.
Caleu Caleu: Onomatopeya que designa la actitud del perro que se aleja quejándose luego de una patada o una certera boleada pampa.
Capital: Nombre mapuche otorgado a la acumulación de la plusvalía malonística.
Catriló: Nombre de una compañía mapuche dedicada a la confección de prendas de vestir, el equivalente a Gath y Chaves. La ortografía correcta es "Catr&Lo". Se sospecha que sus fundadores fueron Catriel y el indio Lolo, el de la guitarra.
Conhelo: Como en el mapuche no existía la expresión "on the rocks", esta palabra la reemplaza. Designa obviamente la acción de refrigerar las bebidas fuertes mediante la adición de agua congelada.
Hucal: Expresión de sorpresa ante el descubrimiento de un yacimiento calífero. Por error se colocó este nombre a un departamento donde abundan las salinas.
Pero ahí están los nombres que los indios dejaron, como mudo testigo de su paso por estas tierras. Como tótems inescrutables, desafían nuestra comprensión y traban nuestras lenguas.
La lingüística oficial se ha encargado de proveer una serie de significados a estas contundentes palabras, a través de la obra de algunos investigadores sin formación específica en estas lides, cuyos nombres no vamos a citar aquí, por la sencilla razón de que no los recordamos.
Por nuestra parte, intentamos aquí refutar tanto mito y revelar el verdadero sentido de estos topónimos, tal como nos fuera revelado por el único método científicamente aceptado por la antropología para acometer tal tarea, a saber: a) Convivencia prolongada con la comunidad india remanente, hasta llegar a asimilarse a ella tanto en la moda como en la higiene; b) Participación de rituales ancestrales, incluyendo loncomeo (previa ingestión de antihistamínicos por el polvo), convocatoria a las ánimas, y provocación de visiones mediante floripondio (nombre científico: "metil-metileo"); y c) huida precipitada para evitar las caricias lóbregas de los indios más confianzudos.
De estas traumáticas experiencias, que pueden cambiarle el coco a cualquiera, emergimos con un nuevo canon, que no se propone como definitivo, pero que por lo menos apunta en la dirección correcta.
Incluimos aquí una docena de ejemplos -todos ellos, nombres de departamentos pampeanos- que demuestran sin duda lo equivocados que estaban nuestros predecesores:
Chapaleufú: Designa cualquier acción desarrollada sobre el barro chirle, y/o cualquier acción ejecutada despreocupada, negligentemente (a lo indio, bah).
Realicó: Designa el nombre de una productora de espectáculos indígena, dedicada a los llamados "reality show". Por un tiempo se supuso que lo de "real" aludía a la monarquía, pero esas especulaciones eran una real pavada. La verdadera ortografía de esta palabra es "Real&Co."
Rancul: Designa cualquier tipo de comida o cocido mal ejecutada, con presencia de elementos negros y amargos. En general, las palabras terminadas en "cul" o "paralcul" designan cosas mal hechas.
Caleufú: Extraña, o proféticamente, este es el nombre previsto en lengua mapuche para las locomotoras. Especialmente las que aparecen en la serie "Aventuras de Super Hijitus".
Trenel: Idem anterior, sólo que designa la parte que viene atrás de la locomotora, dicha al vesre.
Maracó: Caracú extraído de los mariscos y productos de mar en general. Nos dirán que los indios no eran muy playeros que digamos, pero no olvidéis que "la pampa es un viejo mar".
Metileo: Designa, obviamente, a una sustancia química. Pero puede estar mal escrito. El topónimo "Mentileo" designa al vocero (rudimentario periodista pampa) que en sus reportes no respeta puntillosamente la verdad de los hechos.
Caleu Caleu: Onomatopeya que designa la actitud del perro que se aleja quejándose luego de una patada o una certera boleada pampa.
Capital: Nombre mapuche otorgado a la acumulación de la plusvalía malonística.
Catriló: Nombre de una compañía mapuche dedicada a la confección de prendas de vestir, el equivalente a Gath y Chaves. La ortografía correcta es "Catr&Lo". Se sospecha que sus fundadores fueron Catriel y el indio Lolo, el de la guitarra.
Conhelo: Como en el mapuche no existía la expresión "on the rocks", esta palabra la reemplaza. Designa obviamente la acción de refrigerar las bebidas fuertes mediante la adición de agua congelada.
Hucal: Expresión de sorpresa ante el descubrimiento de un yacimiento calífero. Por error se colocó este nombre a un departamento donde abundan las salinas.
2 Comments:
Un aporte de Jimmy, que no sabe bloggear
Chacharramendi: A fines del siglo XIX en vasco José Ramendi, evidentemente mal asesorado por la oficina de Inversiones de la Embajada de Euskadi, decide internarse en el mítico Oeste Pampeano para iniciar su propia empresa: una academia de danzas cubanas que funcionó a la vera del camino que hoy se conoce como ruta 20.
Por la escasa matrícula que había conseguido, Ramendi no tardo en descubrir que la comunidad Ranquel presentaba un nulo interés por los ritmos caribeños pero, en cambio, mostraba una llamativa afición por el ron, del que llegó a sospechar que era el único motivo por el cual conservaba el escaso alumnado.
Rápido de reflejos, y esta vez desoyendo a sus asesores, recicla el galpón de la academia en pulpería, emprendimiento que se convierte en un éxito comercial a pocos días de inaugurado.
Pese a varios intentos que incluían vistosos carteles con llamativos logotipos, nunca logró imponer un nombre comercial para el negocio ya que la indiada de la zona insistía en llamarlo “Chachacharramendi”, nostalgiosos de los días pasados en que se pisaban entre ellos tratando de bailar el danzón.
El geonimio, hoy abreviado en Chacharramendi, se debe al topógrafo Orlando Luis Ramírez, un empleado del Instituto Geográfico Militar confinado a tareas menores por problemas de dislexia, quien habría omitido una sílaba al confeccionar el primer mapa de la región.
Malísimo! No tenes idea!
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