Néstor Chaplin
Carlitos Chaplin siempre me irritó más de lo que me divirtió. Su revoleo del bastón, su mirada hacia arriba, su torpeza y desaliño, y sobre todo, su aparente ignorancia de la propia debilidad ante el gordo enemigo -aunque luego lo venciera- nunca terminaron de convencerme. No obstante, con "Tiempos modernos" y con "El gran dictador", el mismo personaje logró conmoverme, hacerme reflexionar sobre temas muy profundos, y en definitiva, produjo un arte que es imprescindible para comprender el siglo XX.
Acabo de descubrir que con Néstor Kirchner me pasó algo parecido. Cuando en mayo de 2003 asumió la presidencia con un miserable 22% de los votos y con su ojo desviado, lo primero que hizo fue revolear el bastón presidencial, y cometer un blooper colosal cuando, al abrazarse con la gente, se ganó una herida cortante en la frente que lo acompañó todo el resto de la jornada.
Pese a ese comienzo poco serio -los argentinos habíamos tenido bastante de histrionismo con el canalla de Menem- y pese a que su estilo siempre me impidió la empatía, creo que habría que ser muy necio para negar que muchas de las medidas de su gobierno eran las que reclamábamos, y algunas ni siquiera nos atrevíamos a soñarlas (como la depuración de la Corte, el juicio a todos los milicos y el pito catalán al FMI).
¿Desde cuándo los argentinos podemos darnos el lujo de repudiar los buenos actos de gobierno sólo por una cuestión de estilo?
Acabo de descubrir que con Néstor Kirchner me pasó algo parecido. Cuando en mayo de 2003 asumió la presidencia con un miserable 22% de los votos y con su ojo desviado, lo primero que hizo fue revolear el bastón presidencial, y cometer un blooper colosal cuando, al abrazarse con la gente, se ganó una herida cortante en la frente que lo acompañó todo el resto de la jornada.
Pese a ese comienzo poco serio -los argentinos habíamos tenido bastante de histrionismo con el canalla de Menem- y pese a que su estilo siempre me impidió la empatía, creo que habría que ser muy necio para negar que muchas de las medidas de su gobierno eran las que reclamábamos, y algunas ni siquiera nos atrevíamos a soñarlas (como la depuración de la Corte, el juicio a todos los milicos y el pito catalán al FMI).
¿Desde cuándo los argentinos podemos darnos el lujo de repudiar los buenos actos de gobierno sólo por una cuestión de estilo?
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