Ladrones de guante blanco
En la endeble formación histórica del argentino medio, existe un considerable bache de conocimientos sobre esos dos siglos que van desde el período de fundación de las principales ciudades coloniales (a lo largo del 1500), hasta las invasiones inglesas ocurridas poco antes de la Revolución de Mayo (a comienzos del 1800). Se sabe, desde luego, que en el interín se creó el Virreinato del Río de la Plata, con sede en Buenos Aires, como un desgajamiento del Virreinato del Alto Perú; se sabe que existieron cuestiones comerciales de por medio, y se recuerda la anécdota del constante combate entre españoles y portugueses por la posesión de la Colonia del Sacramento.
Lo lamentable es que el lector lego en historia que se decida a profundizar sus conocimientos sobre este período, no encontrará tampoco mucha bibliografía al respecto.
Ese es el primer elogio que se puede verter sobre "Ladrones de guante blanco - La corrupción porteña en tiempos de la South Sea Company (1713-1752)", la obra del historiador pampeano Lucio Mir que acaba de publicarse en Editorial Biblos.
Mir toma incluso el período menos estudiado, el que corresponde a la primera mitad del siglo XVIII, y desmenuza, con un enorme bagaje bibliográfico, y algunos documentos históricos recién revelados, la relación entre las familias patricias del Buenos Aires colonial, y las compañías comerciales inglesas que desafiaban el monopolio español.
Se trata de un período histórico de suma importancia. Esta relación con Gran Bretaña ayuda a comprender que las llamadas "invasiones" inglesas no fueron un acto inopinado ni estertóreo, sino una expresión militar de una relación comercial que llevaba más de un siglo de desarrollo. Es en este período donde se gesta el quiebre con el orden imperial español, abriendo estos territorios no sólo al comercio inglés, sino también a las ideas liberales que éste -sin inocencia alguna- implicaba. Estas relaciones arrojan otra luz también sobre la misma creación del Virreinato del Río de la Plata, que no fue sino un reconocimiento español a su imposibilidad de controlar el contrabando que se canalizaba a través del puerto de Buenos Aires. Si hasta hay quien sostiene que Buenos Aires fue fundada por contrabandistas, con el único objetivo de burlar el monopolio de la corona ibérica.
Sería un tanto excesivo concluir que este origen poco glamoroso explicaría o determinaria de algún modo el carácter de los actuales porteños. Pero, en cambio, no es arriesgado achacar a la esquizofrenia planteada por las obtusas leyes comerciales de la colonia, el nacimiento de la corrupción como vía aceptada del progreso material, y por ende, también, de la tendencia a la anomia que, indudablemente, caracteriza a los argentinos.
Cuando recordamos las cacerolas de aceite hirviendo que los vecinos de Buenos Aires arrojaban alegremente sobre las tropas británicas "invasoras", tendemos a olvidar que muchos de esos cadetes heridos o achicharrados terminaron casados con señoritas de la naciente burguesía porteña, práctica familiar-comercial que no era, ni mucho menos, novedosa para aquel entonces.
También durante el período estudiado por Mir puede advertirse el curioso fenómeno por el cual el funcionario público era, a su vez, el capo de los negocios ilegales; o el de que la moral media no condenara al delito de contrabando, a punto tal que fuera necesaria una Real Orden de 1776 para recordarles a los arzobispos, obispos y prelados, que debían enseñar, desde sus púlpitos y confesionarios, que el contrabando era pecado. Con lo que se ve que, al menos en estas pampas, nada nuevo hay bajo el sol.
En el periodo estudiado hay varios hitos históricos. Así, los tratados de Utrecht, que, con su influencia en el comercio de esclavos y su redefinición de las relaciones británicas con las posesiones españolas, dan pie a un proceso de notoria expansión inglesa. En este marco, el establecimiento en Buenos Aires de la empresa semipública South Sea Company, en 1715, es un mojón crucial. Hacia la segunda mitad del siglo, en cambio, se produce una reacción española, con las reformas borbónicas y la creación del virreinato, aunque ya para aquel entonces el carácter y el destino histórico de Buenos Aires parecían estar bastante afianzados, y la colonia tenía los días contados. En cierto modo, la del imperio español era una muerte anunciada: no tenia mucho que ofrecer a sus súbditos, salvo la autoridad de un monarca más o menos imbécil, unos funcionarios más o menos corruptos, y una horda de inquisidores más o menos sádicos. En contraposición, Inglaterra era una nación moderna, con incipiente industrialización, inteligentes herramientas en el manejo de la inversión y la deuda pública, una flota excelente, y un dinamismo económico extraordinario.
Mir construye su discurso con una notoria solvencia en el manejo de sus fuentes, y una prosa a la vez precisa y elegante, que, a la luz de tanto mamotreto académico circulante, se agradece especialmente. Su declaración de principios es modesta (dice contentarse con "iniciar" una revisión de este período) pero sus resultados proveen, en poco más de 120 páginas, varios bocados de digestión lenta.
Parece ineludible mencionar, a esta altura, las innegables cualidades personales de este joven historiador nativo de Ingeniero Luiggi, cuya tenacidad y talento lo han llevado a superar enormes dificultades, una de las cuales -paradójicamente- es el escaso caldo de cultivo que proveen nuestras instituciones educativas para la investigación científica y la publicación de sus resultados.
Que éste sea el tercer libro de investigación publicado por Mir, por parte de conocidas editoriales nacionales, fija un ejemplo y una meta para los intelectuales pampeanos, sean cuales fuera su generación de pertenencia o su rango en el escalafón académico.
Labels: corrupción, ediciones, historia
1 Comments:
Ana y el Virrey cuenta como pudimos dejar de ser colonia española para serlo francesa...con La Perichona es un libro de una argentina que amo pues su idioma parece ser propio de una camara cinematografica: si pudiera hacer una pelicula seguramente este libro seria uno de los preferidos para mi para hacerla...(por supu despues de mi Ines... la hechicera)...
Pasaba y entre a leerte.
Lo segundo que me vino a la memoria es el Parlamento ingles y su reina que en una sesion historica determinaron que no se podia gobernar solo con los buenos...y dieron patentes de corsos o sea avalaron la ladroneada... pero le pusieron impuesto...
ergo hay una actividad bastante repulsiva mas abajo tratada por ti...y que no paga impuestos...Besos turista con chaqueta regalada. Analia
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