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Location: Santa Rosa, La Pampa, Argentina

Wednesday, November 29, 2006

Caballito

Es un caluroso mediodía en la villa de Bosa, Cerdeña (a cuyo nombre siempre me parece que le está faltando una "s"). Desde que me desperté, en el Alguero -que, como ex colonia aragonesa, conserva los nombres catalanes en sus carteles callejeros- me invade una sensación de deja-vu.
Pese a la cercanía del mar, este lugar me remite a la Catamarca de mi niñez y adolescencia.
Los jóvenes morenos, sentados en el bar-terraza frente a la Piazza Regina, bebiendo cerveza y comparando sus pequeños Fiat mal estacionados en frente, bien podrían estar en un bar céntrico catamarqueño. No entiendo el italiano gutural de los sardos, pero para el caso tampoco entendía entonces a aquellos jóvenes excesivamente masculinos, que habían encontrado su piedra filosofal en la mesa de un bar, desde la que se parapetaban para elegir el próximo himen contra el cual hacer puntería.
El calor, el asfalto blando, el estilo de conducción despreocupado, me remiten de algún modo a mi pasado, pero me resistoa esa seducción, en favor de las nuevas sensaciones: el descubrimiento de Italia, de la soñada isla mediterránea; el sabor del primer panino; las huellas de Gramsci.
En la plaza central hay una feria de antigüedades: exquisitas artesanías, botellas de colores, abanicos, libros de viejo, todo ordenado en pulcros puestitos bajo las añosas palmeras.
Me dentengo frente al kiosco de la numismática, y comienzo a revolver monedas de un cajón.
Allí la encuentro: un "caballito". Esa extraña moneda plateada, poliédrica, con la esfinge de un gaucho a caballo, que representaba a fines de los '60 los diez centavos de peso (¿moneda nacional? ¿Ley 18.188?)
Es la moneda que mi madre me daba para ir a comprar el pan de la merienda, y que a veces me servía para comprar un chocolate Jack, con sus muñequitos plásticos de personajes de García Ferré.
Pienso: es un milagro. Pienso: tuve que viajar tanta distancia para viajar al pasado.
Pienso en comprarla.
Tiene un valor único.
Mi limitado presupuesto de viaje me recuerda que en cualquier puestucho de Parque Rivadavia, un domingo cualquiera, conseguiré toneladas de monedas como ésta por una fracción de lo que la pagaría aquí.
Por unos instantes la atesoro en mi mano, sintiendo su contorno geométrico. La hago rodar en el fieltro, como antes en el mostrador de madera de la panadería. Recuerdo cuando, con mis hermanos, la poníamos bajo un papel para luego pasar sobre éste un lápiz negro, y así capturar su relieve.
Decido no comprarla.
¿Para qué? Si ya la he recuperado.
Ya otra vez es mía.
Soy un hombre rico.

1 Comments:

Blogger Ay Anita said...

Hola: caballito... me recuerda un caballito sin oreja que me regalaron en el 2000...dicen que en el Club Social de aqui... pasearon en una bandeja las orejas del Chacho, por orden? de Sarmiento ...
Yo siempre recuerdo la monedita de cinco centavos esa de la fragata (yo la amaba)... que con gusto dibujaba como dices tu. Y que me servia para compartir con una compañera de colegio unas galletitas(lincoln) que le convidaba a cambio de unos tragos de coca cola (que tenia prohibido comprar)... años despues me entere que mi compañerita habia sido sorprendida por su marido el juez haciendo el amor en el consultorio con su hermano el ginecologo y que casi la mata!...
tu blog sobre gonzalo o gonzilandia no lo puedo abrir... vos pudiste entrar en mis otros blogs?

1:27 PM  

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