petronio63

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Location: Santa Rosa, La Pampa, Argentina

Thursday, March 31, 2011

El avión amarillo


En la secuencia final de la película "Submarino Amarillo", de Los Beatles, cuando los malvados blue meanies, derrotados, deben abandonar la mítica ciudad de Pepperland, uno de ellos le pregunta al otro: "¿Adónde podremos ir ahora?". "¿Argentina?" es la respuesta.

El chiste (no tanto para los argentinos) se relaciona con la fama que nuestro país había ganado como refugio de criminales de guerra nazis. Un lustro atrás, apenas, el gobierno de Israel había secuestrado en Argentina a uno de esos criminales, y lo había llevado a Jerusalén para juzgarlo.

En la película, los malos son derrotados por Los Beatles -o mejor dicho, su alter ego la Banda de Corazones Solitarios del Sargento Pepper- a fuerza de canciones, color, amor y flores. Así Pepperland recupera su alegría, su colorido, su movimiento, y retorna a su rutina de música y perpetua celebración.

Con todo lo de humorístico y hasta de infantil que tiene el filme, la metáfora política no puede ser más clara: los blue meanies representan la dictadura, la opresión, la tristeza, la anulación de la creatividad humana. Los represores podrán ser ridículos, pero son muy dañinos. Ni más ni menos como los militares que tomarían el poder en Argentina ocho años después, en 1976.

Cuando en 1983 nuestros blue meanies vernáculos fueron expulsados del poder, el pueblo argentino vivió una primavera de color y libertad, pero lamentablemente la celebración no fue perpetua. Tal parece que esos bienes hay que conquistarlos día a día, y que los malvados pueden venir de cualquier lado, y con cualquier uniforme.

Todavía hoy, a veintiocho años, quedan vestigios de aquel pasado tenebroso; símbolos que no se pudo enterrar, y que hay que exorcizar. Así, los represores y torturadores que hoy están siendo juzgados. Así, también, las marcas arquitectónicas que el poder militar dejó en los espacios públicos, como las tres rotondas de acceso a Santa Rosa, dedicadas cada una de ellas a una de las tres fuerzas armadas.

No se trata de negarles a las fuerzas armadas su lugar en la sociedad, sino de evitar su intervención desmedida. El hecho de que sólo se pueda acceder a la ciudad rindiendo homenaje a los militares, la transforma, simbólicamente, en una ciudad sitiada.

Por eso no puede ser más simbólico -y simpático- que un grupo de artistas muralistas de Santa Rosa haya decidido intervenir el avión-monumento de la rotonda norte, pintándolo precisamente con colores y diseños inspirados en la película "Submarino amarillo".

No ha faltado quien se queje de la supuesta profanación, como si fuera posible ridiculizar aún más a un avión que -conforme un fundado estudio publicado recientemente en Caldenia- nunca fue muy apto para su cometido de volar.

La intervención pictórica tiene el efecto de revertir el símbolo, y el gris avión que antes representaba la sujeción civil al poder militar, ahora les dice a los viajeros que llegan desde el norte, que Santa Rosa es una ciudad vital, con colorido, con humor, con alegría de vivir.

Una alegría a la cual, desde luego, también los militares están invitados.

Friday, March 11, 2011

Un perro marciano


La noticia de la semana dice que, en la Laguna Don Tomás, un grupo de investigadores del fenómeno OVNI que estaba trabajando, salvó a un perro en peligro de ahogarse en esas procelosas aguas. Una fotografía tomada por uno de ellos prueba la hazaña.
La noticia no dice qué tipo de tareas estaban realizando los "investigadores". La mayoría de la gente va a la laguna a caminar, a tomar mate o, en un día de suerte, a concretar algún tipo de actividad sexual.
La primera pregunta que me surgió al leer estas inquietantes novedades -y la comparto ahora contigo, lector- es: ¿cuánto tiempo hacía que no leía una noticia siquiera vagamente referida a la cuestión de los ovnis? Muchos años, ¿verdad? ¿por qué será?
Si nos atenemos a lo que plantea Roland Barthes en "Mitologías", la cuestión de los ovnis no sería más que un episodio entre tantos, de la paranoia imperante durante la Guerra Fria, que como todo el mundo sabe terminó hace unos veinte años. Esa podría ser una explicación.
No digo que el mundo actual sea mejor, sólo que ya no está tan en auge la paranoia, hoy se estila un tipo de neurosis más básica y menos literaria.
Tampoco estoy diciendo que los ovnis no existan. De hecho, buena parte de la mitología alrededor de ellos se basaba en el hecho incontrastable de que los servicios de inteligencia norteamericanos y soviéticos mantenían una gran cantidad de información con carácter de secreto -incluyendo varios alienígenas en formol- lo cual desde luego daba pie para cualquier especulación. Sin embargo, si algo nos enseña el fárrago insufrible de "revelaciones" de Wikileaks, es que muchos de aquellos secretos no entrañaban misterio alguno, sino obviedades del tipo "Michael Jackson es probablemente una persona de costumbres extravagantes" o "Quizá no sea una buena idea dejar a tu hija sola con Clinton en el Salón Oval".
Aclaremoslo: estoy a favor de los ovnis, me encantan los extraterrestres, y en mi cuarto tengo un poster del Sistema Solar, junto a una foto de Carl Sagan en calzoncillos.
Lo que me resistí siempre a creer es esta fantasía de que los marcianos (¿por qué vienen de Marte?), siendo una civilización tan evolucionada como para fabricar naves tan chulas, vayan a perder su tiempo observándonos para elaborar un veredicto antes de decidir nuestra aniquilación. El cuentito se parece demasiado a cualquier mito fundante de una religión para tomarlo en serio. Marcianos, no esperen más: hágannos crema de una vez, eso sí, asegúrense de destruir las obras completas de Narovsky, sería muy triste que lo único que quede de nuestra civilización sea eso.
Pero ya me fui por las ramas, ¿no?
En realidad los protagonistas de la noticia eran nuestro arrojados investigadores y el ignoto pichicho.
Tengo para mí, que en la Laguna Don Tomás es bastante más factible morir de aburrimiento que de asfixia por inmersión. La noticia, entonces, me huele un poco mal, no tan mal como la laguna, pero bastante feíto.
Me temo que el pobre perro, que acaso sólo intentaba refrescarse un poco durante el impiadoso calor carnavalesco, haya sido usado como señuelo para volver la cuestión de los ovnis a las páginas de los diarios.
Otra víctima de la nostalgia.