petronio63

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Location: Santa Rosa, La Pampa, Argentina

Saturday, October 25, 2008

Ladrones de guante blanco



En la endeble formación histórica del argentino medio, existe un considerable bache de conocimientos sobre esos dos siglos que van desde el período de fundación de las principales ciudades coloniales (a lo largo del 1500), hasta las invasiones inglesas ocurridas poco antes de la Revolución de Mayo (a comienzos del 1800). Se sabe, desde luego, que en el interín se creó el Virreinato del Río de la Plata, con sede en Buenos Aires, como un desgajamiento del Virreinato del Alto Perú; se sabe que existieron cuestiones comerciales de por medio, y se recuerda la anécdota del constante combate entre españoles y portugueses por la posesión de la Colonia del Sacramento.
Lo lamentable es que el lector lego en historia que se decida a profundizar sus conocimientos sobre este período, no encontrará tampoco mucha bibliografía al respecto.
Ese es el primer elogio que se puede verter sobre "Ladrones de guante blanco - La corrupción porteña en tiempos de la South Sea Company (1713-1752)", la obra del historiador pampeano Lucio Mir que acaba de publicarse en Editorial Biblos.
Mir toma incluso el período menos estudiado, el que corresponde a la primera mitad del siglo XVIII, y desmenuza, con un enorme bagaje bibliográfico, y algunos documentos históricos recién revelados, la relación entre las familias patricias del Buenos Aires colonial, y las compañías comerciales inglesas que desafiaban el monopolio español.
Se trata de un período histórico de suma importancia. Esta relación con Gran Bretaña ayuda a comprender que las llamadas "invasiones" inglesas no fueron un acto inopinado ni estertóreo, sino una expresión militar de una relación comercial que llevaba más de un siglo de desarrollo. Es en este período donde se gesta el quiebre con el orden imperial español, abriendo estos territorios no sólo al comercio inglés, sino también a las ideas liberales que éste -sin inocencia alguna- implicaba. Estas relaciones arrojan otra luz también sobre la misma creación del Virreinato del Río de la Plata, que no fue sino un reconocimiento español a su imposibilidad de controlar el contrabando que se canalizaba a través del puerto de Buenos Aires. Si hasta hay quien sostiene que Buenos Aires fue fundada por contrabandistas, con el único objetivo de burlar el monopolio de la corona ibérica.
Sería un tanto excesivo concluir que este origen poco glamoroso explicaría o determinaria de algún modo el carácter de los actuales porteños. Pero, en cambio, no es arriesgado achacar a la esquizofrenia planteada por las obtusas leyes comerciales de la colonia, el nacimiento de la corrupción como vía aceptada del progreso material, y por ende, también, de la tendencia a la anomia que, indudablemente, caracteriza a los argentinos.
Cuando recordamos las cacerolas de aceite hirviendo que los vecinos de Buenos Aires arrojaban alegremente sobre las tropas británicas "invasoras", tendemos a olvidar que muchos de esos cadetes heridos o achicharrados terminaron casados con señoritas de la naciente burguesía porteña, práctica familiar-comercial que no era, ni mucho menos, novedosa para aquel entonces.
También durante el período estudiado por Mir puede advertirse el curioso fenómeno por el cual el funcionario público era, a su vez, el capo de los negocios ilegales; o el de que la moral media no condenara al delito de contrabando, a punto tal que fuera necesaria una Real Orden de 1776 para recordarles a los arzobispos, obispos y prelados, que debían enseñar, desde sus púlpitos y confesionarios, que el contrabando era pecado. Con lo que se ve que, al menos en estas pampas, nada nuevo hay bajo el sol.
En el periodo estudiado hay varios hitos históricos. Así, los tratados de Utrecht, que, con su influencia en el comercio de esclavos y su redefinición de las relaciones británicas con las posesiones españolas, dan pie a un proceso de notoria expansión inglesa. En este marco, el establecimiento en Buenos Aires de la empresa semipública South Sea Company, en 1715, es un mojón crucial. Hacia la segunda mitad del siglo, en cambio, se produce una reacción española, con las reformas borbónicas y la creación del virreinato, aunque ya para aquel entonces el carácter y el destino histórico de Buenos Aires parecían estar bastante afianzados, y la colonia tenía los días contados. En cierto modo, la del imperio español era una muerte anunciada: no tenia mucho que ofrecer a sus súbditos, salvo la autoridad de un monarca más o menos imbécil, unos funcionarios más o menos corruptos, y una horda de inquisidores más o menos sádicos. En contraposición, Inglaterra era una nación moderna, con incipiente industrialización, inteligentes herramientas en el manejo de la inversión y la deuda pública, una flota excelente, y un dinamismo económico extraordinario.
Mir construye su discurso con una notoria solvencia en el manejo de sus fuentes, y una prosa a la vez precisa y elegante, que, a la luz de tanto mamotreto académico circulante, se agradece especialmente. Su declaración de principios es modesta (dice contentarse con "iniciar" una revisión de este período) pero sus resultados proveen, en poco más de 120 páginas, varios bocados de digestión lenta.
Parece ineludible mencionar, a esta altura, las innegables cualidades personales de este joven historiador nativo de Ingeniero Luiggi, cuya tenacidad y talento lo han llevado a superar enormes dificultades, una de las cuales -paradójicamente- es el escaso caldo de cultivo que proveen nuestras instituciones educativas para la investigación científica y la publicación de sus resultados.
Que éste sea el tercer libro de investigación publicado por Mir, por parte de conocidas editoriales nacionales, fija un ejemplo y una meta para los intelectuales pampeanos, sean cuales fuera su generación de pertenencia o su rango en el escalafón académico.

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Thursday, October 16, 2008

Una violación en la escuela



Durante las últimas semanas, los medios de comunicación informaron, con profusión de detalles, sobre el escabroso caso de una niña residente en el Gran Buenos Aires, a quien un taxista, ofreciéndose a llevarla a su casa, la condujo a un descampado, la violó, la roció con combustible, le prendió fuego, y la abandonó a su suerte. La niña sobrevivió milagrosamente, aunque el aberrante crimen del que fuera víctima la marcará de por vida. Se trata de uno más entre múltiples casos de violación de niñas y adolescentes, sobre los que se informa a diario en los noticieros televisivos y radiales, y en los medios escritos. Para no hablar de los casos de abuso contra niños varones, que involucran a prominentes sacerdotes, psicólogos y docentes, y de los que también nos enteramos en la mesa familiar del mediodía.
Esa realidad social, de la que los adolescentes están ampliamente informados, aparentemente no puede ingresar a la escuela pública. Un burdo acto de censura perpetrado contra el libro "Un viejo perdido" del escritor pampeano Daniel Pellegrino, así lo atestiguaría. Aparentemente, el criterio sería que ocultar la realidad de la violencia sexual sería una forma de proteger a los jóvenes contra ella.
No hace falta enfatizar que tal criterio se refuta a sí mismo. El ocultamiento de una realidad nunca la hará desaparecer, sólo la hará más peligrosa, y para algunas personas, más atractiva. Quienes se sienten incapaces de lidiar con tales temas, sencillamente no deberían dedicarse a la docencia.
Llama la atención también la autoconfesada incapacidad para tratar en su debido contexto a un corpus literario, donde ningún párrafo puede ser analizado en forma aislada, y donde la convención planteada por la ficción, hace girar el tono del análisis. Un texto literario es bueno o malo, gusta o no. Plantear, como se pretende, la "necesidad" o no de incluir tal descripción o tal vocablo, sencillamente es ejercer de censor. En este caso, la obra literaria en cuestión aborda, con un estilo narrativo moderno y cuidado, la realidad social de un pequeño pueblo pampeano, la pobreza y la alienación de sus habitantes. La escena del escándalo no es más que un breve episodio dentro de ese contexto.
Resulta pertinente señalar que el criterio censor aquí comentado, conduciría a la prohibición de buena parte de los textos clásicos de la literatura universal. Sin ir más lejos, un estudio reciente publicado en esta ciudad, da cuenta del profuso tratamiento del sadismo sexual en la obra de Julio Cortázar, autor que no por casualidad fuera prohibido durante la última dictadura militar.
Como siempre ocurre en estos casos, el efecto causado por la censura ha sido el opuesto al deseado: la prohibición ha hecho llamar la atención del público sobre una obra literaria -de excelente factura, por cierto- que de otro modo hubiera languidecido entre un grupo de lectores más o menos reducido. Pellegrino integra una generación de jóvenes narradores pampeanos, que tienen escaso acceso a la publicación, y que aún de obtenerla, tienen serias dificultades para llegar al lector. Precisamente el proyecto en cuyo marco llegó su libro a las escuelas, se propone poner en contacto a los escritores y su obra con los alumnos.
Y es que la censura, en cualquiera de sus formas, no sólo es un atentado contra la constitución y la ley. También es, básicamente, un acto de estupidez.

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